dissabte, 19 d’abril del 2014

Gabo

Gabriel García Márquez es un referente para mi generación.
La publicación  y el gran éxito editorial de Cien años de soledad coincidió con mi adolescencia, una etapa de mi vida de lectura febril, en la que escribir y leer  eran las actividades a las que dedicaba todo el tiempo posible y toda la atención cerebral.
El impacto de Cien años... fue absoluto, de los que te descolocan semanas, a los que vuelven de forma recurrente una otra vez. Después, de inmediato, la volví a leer con mayor sosiego sin la premura y la urgencia de la primera vez. Desde entonces Cien años de soledad  forma parte de mi universo literario y, aún más, de mi experiencia vital.
Pero la novela de García Márquez fue mucho más que una lectura apasionada, fue una experiencia iniciática, el inicio de una relación apasionada con la literatura sudamericana y a partir de ella con la del resto del mundo.
Después de Cien años vinieron El coronel…, El Otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera… cada nueva novela una reafirmación.
García Márquez también fue para mí la puerta de entrada a la gran pléyade  de escritores sudamericanos: a los ya consagrados como Borges, César Vallejo, Asturias… pero también a los Cortázar, Mujica Laínez, Juan Rulfo, Donoso, Octavio Paz, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Onetti, Benedetti,  Carlos Fuentes… y más tarde al gran Roberto Bolaño.

Ya sé que suena a tópico, que es poco original: el hombre ha muerto pero el escritor estará siempre vivo i ocupará un lugar de honor en la literatura universal.

dimarts, 15 d’abril del 2014

La Manuela


La Manuela, la mare, l’abuela, ens ha deixat.
Sin hacer ruido, discretamente, como era ella.
Sense donar-se importància; ella, que ha estat l’eix, el punt de trobada d’una llarga descendència. Cinc fills, dotze néts, set besnéts (de moment) que fins a l’últim dia han estat presents i actius en la seva memòria prodigiosa. I també en una cita anual, multitudinària, per celebrar un any més envoltada dels seus.
Al final de la vida, els records es fan presents i tots es concentren en un mateix moment: el soroll repetitiu de la màquina de cosir, els brodats, els vestits de núvia, la maduresa i la responsabilitat prematures, les nits “a la luz de un candil”, la vida nòmada...
Desde el blanco radiante de Salobreña hasta la Ítaca definitiva, una casa, y otra casa, y otra casa. Más de cincuenta años de vida compartida con el abuelo José. Doce cambios, doce veces volver a empezar.
Ella era fuerte en las dificultades, fuerte en las renuncias y fuerte en la modestia. La familia daba sentido a la solidez y al compromiso en tantos años de vida en común. Fuerte en la gestión de la miseria, fuerte en el comprar “de fiao”, fuerte en la alegría y en la abundancia (relativa).
Después, con el paso de los años, la vida ha sido generosa: pagar al contado, tener casa propia, viajar a hoteles de cuatro estrellas (aunque fuera de temporada) y tener hijos y nietos guapos, inteligentes y creativos de los que sentirse orgullosa.
La imaginación, los sueños imposibles, las historias, los poemas… un mundo interior y propio, e incluso una relación privilegiada con el más allá – aunque no siempre recibiera respuesta.
Era afable i carinyosa, i amb els anys cada vegada més.
Pels que hem compartit la nostra infància amb ella i els estius a Mas Llunès, era molt més que una àvia i tenia títol propi: l’agüela Manuela.