El verano es así, son días de recuperación y de nostalgia. La casa recuperada, las músicas en su sitio, los libros en tránsito.
Me mira Musil desde la estantería, también Wieckiewicz y Gombrowicz los polacos y Italo Svevo, el triestino, que con aire displicente me recuerdan el tiempo en el que un argumento veraniego podían ser las conexiones de la literatura centro europea de entre guerras y la descomposición del imperio austro-húngaro, y de como un tema así se podía convertir en debate apasionado, especialmente en las noches en las que se habían hecho dueñas de la situación los margaritas y las caipirinhas. Desde un poco más lejos me mira Samuel, con sorna, por mi obsesión, algo estúpida, de darle forma al Innombrable.
Me mira Mujica Láinez desde los jardines de Bomarzo observando desde lejos a Borges y al gran César Vallejo que llega en fotocopias desde las maravillosas ruinas del Machu Pichu.
Y recuerdo al dios Bach, el más grande, y cuando era divertido rebuscar versiones de las suites para chelo, desde Pau Casals a Jacqueline du Pré o a Rostropovich.
Y recuerdo,claro, a Donosti, vestida de verde Heineken y al gran Keith Jarrett en el silencio sepulcral del Kursal y a Herbie Hancock, genial, desde el incómodo paracelso tinerfeño.
Suena Petrucciani en el equipo, al ritmo trepidante de sus diminutas manos y me siento feliz, más que feliz, radiante de placer. Qué fácil es a veces y que denostado, el placer y cuanto daño ha hecho el judeo-cristianismo con el jodido sentimiento de culpa y haciendo del placer pecado.
Me llama desde lejos el tren, el monstruo de acero capaz de ir a más de 300 kms por hora. ¿Qué diría Filipo Tommaso Marinetti si escribiera ahora el manifiesto futurista?. Y me llama un trabajo en mi empresa, la que me da de comer, un poco cansado, eso sí, pero privilegiado, divertido y lleno de oportunidades.
Y claro te preguntas: ¿qué coño haces aquí? ¿Qué te lleva a la renuncia de tantas fuentes de placer? ¿El dinero que no cobras?, ¿el poder? (quina conya!), ¿el espíritu masoquista? ¿Qué te lleva a aguantar tanta gilipollez? , ¿Tanta mediocridad? ¿Tanta incompetencia?, ¿tanto farisaísmo? Que se yo, debe ser que la edad nos vuelve tontos o excesivamente sensibles.
¿Qué te lleva a aguantar jornadas eternas de discusiones reiterativas, que sabes que no llegarán a ningún sitio, porque el interlocutor no tiene la voluntad de llegar a ningún acuerdo? Cuando el concepto consenso significa haz lo que yo te digo.
¿Qué han hecho con Castellar en estos años para que una cosa tan obvia y tan universal como la peatonalización de las calles comerciales genere controversia? (En Valladolid un alcalde de PP ha peatonalizado media ciudad). ¿Qué hace que un partido que siempre lo ha defendido, ahora firme en contra: oportunismo o falta de memoria?
Y sin embargo aquí estamos, entusiastas y motivados, capaces de enfrentarnos al viaje iniciático que nos lleve al “corazón de la tinieblas” de la mano de Conrad o de Coppola o al lado de una peña de amigos entusiastas, idealistas, ingenuos, sin maldad y convencidos de que al Ajuntament se viene a trabajar, a resolver problemas y a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Ahora suenan Portal y Galiano y entra como un huracán el Mediterráneo, mi única patria si alguna vez me decido a tenerla, y esto ya es otra historia, quizás sea un buen momento para un dry martini y un rato de reflexión compartida, contemplativa y banal.
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