diumenge, 26 de juny del 2011

19 dias y 500 noches

Ayer, creo que en el Plus, Juanjo Millás, que además de un buen escritor, especialmente de cuentos, es un excelente entrevistador, hacia una larga entrevista a una copia un poco desdibujada de Joaquín Sabina. Los excesos de muchos años le provocaron un serio aviso. Hoy aparece como alguien más hogareño y controlado, aunque no pueda prescindir de una cierta dosis de “mala llet”
que ha sabido como Serrat y Aute, conectar y establecer puentes con la sensibilidad del otro lado del Atlántico. Gente como ellos, me hacen sentir orgulloso de mi otra cultura.
Especialmente impactante la descripción del proceso de creación del disco, 19 dias y 500 noches, dos meses de aislamiento a base de dormir poco, mucho alcohol y coca y poca comida. El resultado: un gran disco con una canción genial... y poco después una depresión.
No es hoy el momento de valorar la relación tan común y documentada entre las drogas y los procesos creativos, prefiero reproducir el resultado.

Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks,
en vez de fingir, o, estrellarme una copa de celos, le dio por reír.
De pronto me vi, como un perro de nadie, ladrando, a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo.
Tenían razón mis amantes en eso de que, antes, el malo era yo,
con una excepción: esta vez, yo quería quererla querer y ella no.
Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas.
Desde el taxi, y, haciendo un exceso, me tiró dos besos...uno por mejilla.
Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdiciónde los bares de copas,
a las cenicientas de saldo y esquina, y, por esas ventas del fino Laina,
pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con la cocaína,
volviéndome loco, derrochando la bolsa y la vida la fuí, poco a poco, dando por perdida.
Y eso que yo, paro no agobiar con flores a María, para no asediarla

con mi antología de sábanas frías y alcobas vacías, para no comprarla con bisutería,
ni ser el fantoche que va, en romería, con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería, que, tardé, en aprender a olvidarla, diecinueve días y quinientas noches.
Dijo hola y adiós, y, el portazo, sonó como un signo de interrogación,
sospecho que, así, se vengaba, a través del olvido, Cupido de mi.
No pido perdón, ¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa
...siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta.
Me abandonó, como se abandonan los zapatos viejos, destrozó el cristal de mis gafas de lejos,
sacó del espejo su vivo retrato, y, fui, tan torero, por los callejones del juego y el vino,
que, ayer, el portero, me echó del casino de Torrelodones. Qué pena tan grande,

negaría el Santo Sacramento, en el mismo momento que ella me lo mande.
Y eso que yo, paro no agobiar con flores a María, para no asediarla con mi antología

de sábanas frías y alcobas vacías, para no comprarla con bisutería,
ni ser el fantoche que va, en romería, con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería, que, tardé, en aprender a olvidarla, diecinueve días y quinientas noches.
Y regresé...etc.