Té defectes, és clar, el més greu ser de l’Espanyol, però en el seu cas és perdonable, especialment tenint en compte l’elegant distanciament amb el que porta les seves passions.
L’article que reprodueixo és una mostra.
La pasión patriótica nunca me ha tirado mucho. Yo creo que con un poco de civismo, con no defraudar a Hacienda y con no hacer demasiado la puñeta a los demás uno cumple razonablemente como ciudadano. Me supera la cosa del patriotismo, lo de inflamarse a la vista de una bandera (cualquiera de ellas) o lo de atribuir cualidades antropológicas o morales a un concepto tan abstracto como el de “nación”.
Lo cual no significa que no me guste que gane España. Me gusta. Me alegra por mí y por la mayoría de mis conciudadanos. Y por mi mujer, muy forofa de este equipo. Reconozco, sin embargo, que las victorias de España me parecen ligeramente menos embriagantes que las de mi club. Y las derrotas (confiemos en que no lleguen), menos dolorosas.
Será, tal vez, porque al club lo elige uno mismo, mientras que con la selección hay lo que hay. O será que siento afecto, en mayor o menor medida, por más de una selección. Simpatizo con Italia, porque llevo años siguiendo con fruición (ya sé que suena a contrasentido) el fútbol italiano. Simpatizo con Inglaterra, porque la anglofilia no se me va a curar ya nunca. Simpatizo con Argentina por muchísimas razones, algunas tan nimias como los anuncios mundialistas de la cerveza Quilmes o por el ronco “vamos, vamos”. Antes simpatizaba con Alemania, pero me libré de esa rareza en el Mundial de 1982. Reconozco, sin embargo, que la Alemania de este año es simpática y atractiva.
De los partidos que quedan ahora, me gustaría que Holanda ganara a Brasil. Por simple deformación profesional: la gente de mi oficio vive de las sorpresas, porque son noticia. Y Brasil lleva tiempo ganando mucho y ofreciendo poco.
Con Uruguay-Ghana voy a llevarme un disgusto, pierda quien pierda.
Argentina debería eliminar a Alemania, porque de lo contrario existiría el riesgo de que Alemania, que aún puede crecer mucho, ganara dos Mundiales seguidos: este y el próximo.
Lo siento por Paraguay; soy del Espanyol y uno de mis héroes de infancia fue el paraguayo Cayetano Re, pequeño ariete de los “Delfines”, pero España es mejor y sufriría más que Paraguay con la decepción de la derrota.
Si las cosas salieran a mi gusto (cosa que jamás ha ocurrido), disfrutaría como un enano con la semifinal España-Argentina. Volvemos a lo del principio: es una suerte contemplar un partidazo sin miedo a sufrir uno de esos íntimos desgarros patrióticos que, según dicen, duelen muchísimo.
Lo cual no significa que no me guste que gane España. Me gusta. Me alegra por mí y por la mayoría de mis conciudadanos. Y por mi mujer, muy forofa de este equipo. Reconozco, sin embargo, que las victorias de España me parecen ligeramente menos embriagantes que las de mi club. Y las derrotas (confiemos en que no lleguen), menos dolorosas.
Será, tal vez, porque al club lo elige uno mismo, mientras que con la selección hay lo que hay. O será que siento afecto, en mayor o menor medida, por más de una selección. Simpatizo con Italia, porque llevo años siguiendo con fruición (ya sé que suena a contrasentido) el fútbol italiano. Simpatizo con Inglaterra, porque la anglofilia no se me va a curar ya nunca. Simpatizo con Argentina por muchísimas razones, algunas tan nimias como los anuncios mundialistas de la cerveza Quilmes o por el ronco “vamos, vamos”. Antes simpatizaba con Alemania, pero me libré de esa rareza en el Mundial de 1982. Reconozco, sin embargo, que la Alemania de este año es simpática y atractiva.
De los partidos que quedan ahora, me gustaría que Holanda ganara a Brasil. Por simple deformación profesional: la gente de mi oficio vive de las sorpresas, porque son noticia. Y Brasil lleva tiempo ganando mucho y ofreciendo poco.
Con Uruguay-Ghana voy a llevarme un disgusto, pierda quien pierda.
Argentina debería eliminar a Alemania, porque de lo contrario existiría el riesgo de que Alemania, que aún puede crecer mucho, ganara dos Mundiales seguidos: este y el próximo.
Lo siento por Paraguay; soy del Espanyol y uno de mis héroes de infancia fue el paraguayo Cayetano Re, pequeño ariete de los “Delfines”, pero España es mejor y sufriría más que Paraguay con la decepción de la derrota.
Si las cosas salieran a mi gusto (cosa que jamás ha ocurrido), disfrutaría como un enano con la semifinal España-Argentina. Volvemos a lo del principio: es una suerte contemplar un partidazo sin miedo a sufrir uno de esos íntimos desgarros patrióticos que, según dicen, duelen muchísimo.
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