Tengo el hábito, desde la época lejana de la adolescencia poética, de escribir mentalmente. Los textos se van configurando en un proceso de acumulación y corrección y escribir, al final, es trasladar al papel o al ordenador ideas ya configuradas que sólo hay que acabar de ordenar y corregir.
Décadas de práctica y miles de horas de soledad, especialmente en coche y en ese momento mágico del duermevela, han acabado de configurar una práctica que ahora ya me parece natural.
Hace semanas que un texto se pasea de forma insistente entre mis neuronas y al que me resisto darle entrada: no me gusta (y quizás me quedo corto en la expresión) lo que pasa en el mundo y aun me gusta menos lo que intuyo en un futuro próximo y esto se lleva mal con una mentalidad optimista como la mía. Incluso, después de bastantes años, me fallan incluso los sagrados principios macroeconómicos.
Si Europa, la primera economía del mundo y mucho más saneada que Estados Unidos y Japón se tambalea, tras los ataques de los especuladores, obligándose a tajantes reducciones en el estado del bienestar. Si el paraguas de una moneda fuerte deja de ser garantía de estabilidad, si de las ventajas de la globalización sólo pueden aprovecharse los especuladores, si desde los gobiernos democráticos no se pueden poner límites al gobierno sin controles del capital, la democracia se convierte en una broma.
Es cierto que el mundo desarrollado lleva muchos años de burbuja en burbuja, hasta el punto de habernos creído que esta situación forma parte de la esencia del capitalismo, pero no parece lógico que nos saquen del sueño y que quieran hacernos de psicólogos los que más se han enriquecido con la situación. Los mismos que crean la situación, luego aparecen como salvadores.
Ver al amigo Zapatero intentando enfrentarse a los molinos no deja de ser un poco lamentable, ver como se arrodillan las Merkel, los Sarcozy... y eso que son los representantes de la derecha neoliberal es un ejercicio de frustración colectiva.
La historia nos enseña que en estas circunstancias el pueblo soberano elige más derecha (la izquierda desencantada se queda en casa).
Ya sé que algunos pensarán que es igual y que en cualquier caso contra la derecha se vive mejor (ya no se acuerdan de Aznar o de Bush). Yo continuo pensando que es preferible tener la oportunidad de ir cambiando las cosas aunque sea poco a poco y con contradicciones.
Si es que sigue existiendo la lucha de clases, las armas son demasiado desiguales.
Suerte que todo lo arreglaremos con una consulta popular.
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