Ser militante de izquierdas es algo más que afiliarse a un partido político. En esto tengo que reconocer que soy de la vieja escuela, de la generación de los bisabuelos.
Para mí la lealtad, la solidaridad de grupo, la disciplina voluntaria, el debate intenso y la aceptación de la decisión mayoritaria, son consustanciales a formar parte de un colectivo político democrático.
Después de algunos años de actividad opositora sin afiliación, decidí incorporarme a un grupo, en aquella época pequeño y profundamente ideologizado.
La formación y la acción eran inseparables. Marx, Proudhon, Bakunin, Rosa Luxembourg, la Sagrada Familia, el Manifiesto Comunista, el Capital y, para los obsesos, hasta los Grundrisses, formaban parte de nuestra realidad cotidiana.
Pablo Iglesias, Besteiro, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Tomas Meabe, eran como de la familia.
El grupo era una mezcla interesante de utopía y realismo. Gente de inmensa categoría personal y de larga militancia de los que tuve el privilegio de ser amigo:
Un ingeniero sabio, ex-comunista, cuarenta años mayor que yo, que se hizo socialista en la Unión Soviética durante la guerra mundial, con la consiguiente represalia.
Un profesor de literatura y poeta, el mejor de todos mis profesores, capaz de generar entusiasmo hasta con un poema de Juan Ramón.
Un obrero cultivado, inteligente y autodidacta, formador de vocación.
Un viejo anarquista convertido al socialismo democrático sin perder su visceral anticomunismo.
Un entusiasta activista herido de bala en las huelgas de Olivetti.
Un grupo de obreros con más corazon que cabeza y otro de veintañeros con sueños de revolución.
La decisión de militar fue fruto de la reflexión y del estudio, en una época en la que el proceso de aceptació duraba meses.
Siempre he militado en el socialismo democrático, en el que no valen los atajos. Ser más de izquierdas, ser más radical, es ser más democratico. Siempre he estado en contra del centralismo democrático que justifican la cooptación y la decisión en tu nombre. Siempre he estado más cerca del anarquismo o del POUM que del comunismo leninista-estalinista.
Hoy es otra época y a muchos le sonarán como batallitas del abuelo, pero, en esencia, militar, no es demasiado diferente: lealtad, solidaridad de grupo, disciplina voluntaria y compromiso ideológico, esto es, defensa de la libertad, de los principios de igualdad, de los derechos de los más desfavorecidos.
Es falso que ya no haya izquierdas y derechas. Eso lo dicen los de derechas. Y sí, es cierta la superioridad moral de la doctrina socialista democrática sobre el resto de las ideologías, la superioridad que da la coherencia y los logros de doscientos años de lucha por la libertad, la igualdad y la defensa de los débiles.
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