El otro día, en la radio del coche, hablaban de Klaus Nomi, y pincharon una de las canciones de su disco más conocido, el que lleva su nombre.
La canción, Cold Song, es una versión sorprendente y maravillosa de un fragmento de la ópera de Purcell, “El Rey Arturo”.
El disco me lo habían vendido, en mi época valenciana, en una tienda que confío que aún exista, exquisita, a la medida del dueño, y en la que sólo vendian música de calidad.
Klaus Nomi tenía vocación de extraterrestre, vivió su época más gloriosa en los primeros 80, en los que se convirtió en un icono y un músico de culto, en el East Village neoyorquino.
Su música es original y diferente, su voz de contratenor pasa sin complejos de la ópera al rock, al pop o al cabaret, en versiones siempre muy personales.
Murió en el 83, aún joven, una de las primeras víctimas famosas del sida.
No sé si el disco aún está en el mercado. Vale la pena. Ha sido un grato reencuentro.
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